Me pierdo, miro al cielo y la frente que suda cada vez mas, miro alrededor y los transeúntes que abundan las calles con mucho frenesí. Miro el reloj y pasaron solo cinco minutos. Paso sobre umbrales muy angostos y una brisa llena de sombras y frío me desborda, lo siguiente es el sol estallando en mi frente, vuelvo a pensar que el infinito azul no debe estar muy lejos.
Te extrañaba sin haberte conocido, te conocí y te tuve miedo, pánico, te deje y a la media hora volví a tener terror, pero el miedo era por no saber si te volvería a cruzar, a charlarte, a indagarte. Una vez juntos te sentí plena a punto de partir, te sentí como si mis recuerdos y primeras palabras hubieran nacido allí. Esa cosa loca, rara, de creer entender que perteneces a un lugar, a un inmenso cuadrado pero que al penetrar otra región te sentís totalmente familiar, ameno con este inmenso campo de edificios verticales muy estrechos y rebosante de diversas culturas.
Región ibérica, donde por las noches solía volar demasiado alto, si no vienes a mi yo voy a volver a ir por vos.
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