lunes, 25 de agosto de 2014

Frágil


Disminuyendo mis sentidos, quedo anonadado ante el pálpito, el suspiro se hace presente y los cristales se empañan. El tiempo se hace cada vez más lento mientras las palabras estallan por el aire, se unen, se entrelazan y ascienden hacia el cosmos.
En la tierra, somos gritos al cielo, agitadores nocturnos. Te miro con los ojos abiertos al mismo tiempo que te imagino en cada acto esperanzador.
Vive en mí el deseo del momento interminable, de la brisa constante sobre los músculos perpetuados, del infinito sobre todas las cosas. Bajo la luz artificial muta en gestos la eternidad, mora en la sombra la palabra que te nombraría. La silencio, la aíslo. Aún no es tiempo, lo frágil subyace en el cuero y sale a flote en mi persona cuando menos lo espero.

El espejo que soy me deshabita

Parado en el umbral de lo mundano y lo monótono, cosechando dudas e inquietudes cotidianas. Cruzo, atravieso la pared imaginaria, la pared que me corrompe el pensar a una realidad dividida, ignoro al cristal que refulgente y latente me mira, me persigue, me perfora, me penetra con ese brillo tradicional. Quiero disimular su presencia, sentir su ausencia, pero está ahí, riéndose, calculando el tiempo, controlando las agujas, apresurándolas, jugando con ellas mientras yo acreciento el desprecio.
Cataratas de vulgaridades rebozan de mi boca, estallan con fervor, maldicen, malgastan al cielo palabras contra el espejo que soy, el espejo que me deshabita.