Parado
en el umbral de lo mundano y lo monótono, cosechando dudas e inquietudes
cotidianas. Cruzo, atravieso la pared imaginaria, la pared que me corrompe el
pensar a una realidad dividida, ignoro al cristal que refulgente y latente me
mira, me persigue, me perfora, me penetra con ese brillo tradicional. Quiero
disimular su presencia, sentir su ausencia, pero está ahí, riéndose, calculando
el tiempo, controlando las agujas, apresurándolas, jugando con ellas mientras
yo acreciento el desprecio.
Cataratas de vulgaridades rebozan de mi boca, estallan con fervor, maldicen,
malgastan al cielo palabras contra el espejo que soy, el espejo que me
deshabita.
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