Disminuyendo
mis sentidos, quedo anonadado ante el pálpito, el suspiro se hace presente y
los cristales se empañan. El tiempo se hace cada vez más lento mientras las
palabras estallan por el aire, se unen, se entrelazan y ascienden hacia el
cosmos.
En la tierra, somos gritos al cielo, agitadores nocturnos. Te miro con los ojos abiertos al mismo tiempo que te imagino en cada acto esperanzador.
Vive en mí el deseo del momento interminable, de la brisa constante sobre los músculos perpetuados, del infinito sobre todas las cosas. Bajo la luz artificial muta en gestos la eternidad, mora en la sombra la palabra que te nombraría. La silencio, la aíslo. Aún no es tiempo, lo frágil subyace en el cuero y sale a flote en mi persona cuando menos lo espero.
En la tierra, somos gritos al cielo, agitadores nocturnos. Te miro con los ojos abiertos al mismo tiempo que te imagino en cada acto esperanzador.
Vive en mí el deseo del momento interminable, de la brisa constante sobre los músculos perpetuados, del infinito sobre todas las cosas. Bajo la luz artificial muta en gestos la eternidad, mora en la sombra la palabra que te nombraría. La silencio, la aíslo. Aún no es tiempo, lo frágil subyace en el cuero y sale a flote en mi persona cuando menos lo espero.